Maurici Pla
Los proyectos y realizaciones que se presenten en esta página son el resultado de una labor continuada de más de veinte años, y que todavía tiene mucho camino por recorrer. Se trata de la labor de un grupo de arquitectos nacidos entre el 1955 y el 1958, reducido en numero, bastante flexible, que combina la autoría de cada proyecto en función de las circunstancias o la disponibilidad, por lo que acaban convirtiéndose en un magnífico exponente de toda una generación y de toda una manera de entender la arquitectura. Son arquitectos formados en la Escuela de Arquitectura de Barcelona durante los años Setenta y Ochenta, y que recibieron las mejores enseñanzas de aquella otra generación que había protagonizado la recuperación y la discusión de la arquitectura moderna en Cataluña. Por tanto, a la hora de analizar estos proyectos hay ver una larga tradición detrás, y unos conceptos que son compartidos por numerosos arquitectos coetáneos y también posteriores. Esta tradición, hecha de pequeñas contaminaciones, de solideces provisionales, de experimentación constante, define una manera de trabajar específica que se puede identificar muy bien en todos estos proyectos. Y, sin embargo, en el análisis de cada proyecto se puede ver siempre una innovación, una voluntad de encontrar nuevas soluciones, un ingenio, una creatividad. No es, por tanto, una escuela, sino una manera de hacer, entendida en el sentido más amplio, que deja un gran margen de experimentación y de decisión a quien ha sido educado en estos parámetros compositivos.
Detrás de la línea de trabajo de estos arquitectos hay una voluntad firme de ordenar bien los equipamientos de la ciudad. Esto queda bien reflejado en los concursos a los que se presentan, en el carácter urbano que asumen los edificios proyectados, y también en la clara dimensión urbanística presente en todos los planteamientos. Así, detrás de cada proyecto hay que leer una idea más general, elaborada y consolidada, de cómo equipar la ciudad. Cuando se trata de reformas o rehabilitaciones de edificios, la propia presencia del edificio rehabilitado es leída como un hecho urbano que, como tal, guía los criterios de la reforma y enlaza los espacios renovados con el conjunto de espacios públicos de la ciudad. Este trabajo de más de veinte años debe ser leído como una larga reflexión y experimentación sobre la presencia de los equipamientos en la ciudad y, por tanto, constituye también un paciente estudio de morfología urbana. Como tal, la experimentación formal, en vez de verse constreñida y limitada, se libera de prejuicios compositivos y abre las puertas a la invención y al gusto por los cambios. Así, la forma urbana no es leída como una serie limitada de leyes y constricciones, sino como un territorio que abre puertas a la composición y que incluso excita la fantasía, como se puede ver en muchos de estos equipamientos, sean proyectados o construidos. Se evita la repetición y se opta por la innovación, por el cambio. Así es como deberían integrarse los equipamientos dentro del tejido urbano: esta es la lección que se desprende de estos proyectos.
Dentro de la extensa variedad de proyectos realizados a lo largo de estos años destacan obviamente los edificios teatrales. El estudio de estos teatros nos informa de las determinaciones de los lugares urbanos y de las diferencias entre los programas, pero también nos informa de una búsqueda interminable de soluciones siempre diferentes para un mismo problema, sea la cubierta, el techo acústico o el tragaluz del escenario. Aquí, el proyecto debe encajar a la perfección la estructura del espacio interior y la forma, el volumen exterior, los materiales de acabado, la organización de la planta baja: todo lo que configura la dimensión exterior del teatro. En cierto modo es una negación del tipo, más que una obediencia al mismo: el proyecto se alimenta de todo lo que se aparta del tipo, y se enriquece con todos aquellos elementos que tienen un carácter especial, atípico. Parece que el proyecto arquitectónico se regenera a la luz de estas muestras ejemplares, y cada proyecto requiere una investigación, ya desde el inicio, que busca la especificidad de cada edificio, que se propone asignarle un carácter.
Ninguno de estos proyectos no es fruto de una determinación, sino de un intenso trabajo de reflexión sobre los aspectos más concretos, más específicos, ligados a un lugar concreto y en un programa concreto, que nunca darán lugar a una estandarización de las soluciones, porque no hay dos programas teatrales iguales, ni dos barrios iguales, ni dos exigencias sociales que se puedan definir de la misma forma. La noción superpuesta de un lugar concreto y un programa concreto lleva a una distribución muy precisa de unos sólidos y unos huecos donde ya se prevén otros aspectos de escala más pequeña, como la manera de introducir la luz a los interiores, de climatizarlos, de controlar las condiciones acústicas, de construirlos. Todos estos aspectos del proyecto, de diferentes escalas, quedan reflejados y sintetizados en un plano de situación donde ya se puede captar el carácter propio que tendrá el edificio o, en la mayoría de casos, el conjunto de edificaciones. En este plano de situación, que acaba siendo determinante en la definición de todas las escalas del proyecto, también se advierte una clara voluntad de dotar de nuevos espacios abiertos al tejido urbano donde está inscrito. Por este motivo cada proyecto debe activar una reflexión siempre renovada, siempre reanudada de cabeza y de nuevo: porque el carácter específico de cada edificio es el resultado de unas condiciones que siempre son diferentes de las del proyecto anterior, y que no se volverán a repetir en el siguiente proyecto
Estos teatros parecen contradecir la tesis de Le Corbusier y Aldo Rossi, que negaban la conveniencia de hacer edificios específicos para la actividad teatral. Le Corbusier nunca quiso construir ningún teatro, y Rossi construyó uno sobre el agua, el Teatro del Mondo, y otro pequeñito, el Teatrino Scientifico, un teatro casero para experimentaciones escénicas. Ambos arquitectos argumentan, cada uno en su tiempo, que la actividad teatral no debería tener una arquitectura propia.
Los teatros construidos por nuestros arquitectos en numerosos municipios de Cataluña restituyen la dimensión urbana del edificio teatral, y demuestran holgadamente la viabilidad de una arquitectura específica para el teatro. Se trata de una visión realista de la ciudad y de sus equipamientos, muy condicionada por el tono tan realista de la tradición arquitectónica en que se inscriben, y que parece rebatir y negar la postura más teorética e ilustrada de aquellos dos grandes maestros del siglo XX.